Nuestra diversidad nos da libertad.

Este artículo se desarrolla dentro del Programa Con/Sentido. Ocio Responsable con Justicia de Género, que aborda la intersección entre el ocio festivo, el consumo responsable de sustancias y las experiencias de encuentros eróticos comprometidas con la vivencia de las sexualidades libres de violencia sexual.                    

# hazlo con/sentido.

Mayo, 2021. Irene Rodríguez.

¿Has pensado alguna vez quién hace los mapas? ¿O cómo los hacen? Recuerdo mis viajes de amigas y carretera, explorando el mundo a la vez que exploro el mío. Con un mapa, no había GPS ni ninguna voz, más que las nuestras, que nos dijera: “gire a la izquierda en la siguiente salida”. Y, así, recorremos las opciones que nos encontramos, unas más acertadas, otras de vuelta, algunas después de perdernos, muchas nuevas y todas formando parte de lo que soy. 

La primera vez que tuve un mapa de carreteras de un continente, en mis jóvenes manos isleñas, la pregunta fue casi inmediata: ¿cómo se hace un mapa así? Un mapa que pueda acopiar desde lo macro a lo micro pasando por autopistas, nacionales, secundarias, caminos, veredas o senderos sin perder los atajos, los cruces, las hijuelas y todo lo que supone transitar por un continente. ¿Cómo saben que ese mapa ha cubierto toda la zona? ¿Está todo en el mapa? Y esto, ante un simple mapa de carreteras, imaginemos cómo será cuando se mapea el planeta. Una metáfora de cómo sobre el terreno (la realidad) el espacio se multidimensiona, y por muchos mapas que haya, por muchos modelos que se normativicen, la conclusión es ineludible y siempre la misma: el mapa no es el territorio, ni mi mundo es el mundo, ni mi realidad es la realidad.  

Con el viaje (la vida) comienzan las experiencias, las vivencias y con ellas las anotaciones a pie de página, encima de los nombres de las ciudades o marcando con una equis lugares inesperados fuera de las visitas recomendadas. Dibujando círculos alrededor de lugares a los que ya quiero volver u olvidar para siempre, apuntando el teléfono de quienes conocemos por el camino o subrayando rutas como construcciones de itinerarios propios. Trazando un mapa personal, en ocasiones compartido, que ya es diferente al comprado o impuesto culturalmente. Un mapa que muestra un viaje dentro del viaje, y que cada quien perfila a su manera, enriqueciéndolo desde su diversidad encarnada. ¿Quién dice que el territorio solo se puede interpretar de una única manera?

Y sí, esto va de interpretaciones, de construcciones culturales, de ideologías, de creencias, en definitiva, de conocimientos que tenemos del mundo y que están limitados por la estructura de un sistema, que impone su modelo de ser y de relación, como único correcto y posible para recibir la aceptación del grupo. Hecha aquí la trampa: la obligación de seguir un patrón (norma) para poder cubrir la necesidad de pertenencia, que es vital para nuestra supervivencia. Desde esta premisa, romper el patrón supone una situación de peligro, quedarse en soledad ante la amenaza, es decir, sobrevivir en la exclusión. ¿Es posible como seres vivos? ¿Y qué pasa cuando estás en peligro tanto si perteneces como si te destierran? ¿Qué pasa si adaptarte para pertenecer es desaparecer, anularte o invalidarse? ¿Qué pasa si revelándote como quien eres supone el castigo, la persecución, el rechazo o nuevamente la invalidación? Pues pasa que el patrón, el modelo o el mapa se hace pequeño, estrecho, que es obsoleto y poco tiene que ver con quienes lo conforman, por lo que se hace inservible. 

Tal vez, entonces, aceptemos la certeza de que los mapas se multiplican hasta el infinito y más allá. Que su utilidad es que existan tantos como personas, tantos como los que cada quien dibuje, destruya, reconstruya, reformule, ajuste o transforme siempre que lo considere o necesite para su propia vivencia. Y tu mapa ¿te enriquece o te limita? Toca que el grupo reconozca su diversidad ya de una vez, como entraña de lo que es, diverso y plural, polifónico, honrado y nutrido por su riqueza. 

Diversidad es una de esas palabras que tienen muchos significados, de esas que hacen explícita la complejidad como propio de lo que somos, de esas que nos invitan a un viaje del centro a los márgenes y viceversa. Porque hablar de diversidad es hablar de opresión, privilegios, dominación, sexismo, binarismo normativo, machismo, estereotipos, persecuciones, abusos, exclusiones, violencias, que atraviesan a unas personas más que a otras. Ignorar esto hace que romanticemos la diversidad y obviemos su activismo político.  

La disidencia se abre paso por las grietas (por donde entra la luz) de un sistema rígido, impuesto y construido a base de homogeneizar las experiencias de vida, como si fueran una. Nos exige cuestionar, confrontar, revolucionar; nos recuerda que no siempre viajamos, que hay viajes que se hacen porque no queda otra, que a veces no hay mapas que seguir, que hay rutas aún por descubrir o por ser nombradas, que hay caminos truncados, llenos de obstáculos, que hay exilios forzados y que no todos los caminos tienen los mismos destinos. Que hay algunos llenos de baches, mientras que otros van sobre ruedas, que algunos cruzan campos y otros atraviesan océanos o que a veces toca salir de casa para encontrar un hogar. 

Y, a su vez, es hablar de experiencias y vivencias múltiples, de reivindicación, de transgresión, de visibilidad, de realidades infinitas, de igualdad, de respeto, de multiculturalidad, de enriquecimiento, de inclusión, de interseccionalidad.  Es nombrar cuerpos, deseos, identidades, amares, eróticas, sentires; es cantar “y lo que opinen los demás está de más”.

Un canto a adquirir nuevos significados, a explicitar las experiencias dinámicas, vivas, en constante revolución. Un canto a lo subversivo, a que la disidencia nos hace libres. 

Estamos en el mes del orgullo, en el que una noche se ilumina de hogueras que regeneran y transforman lo viejo, lo que dejamos atrás, un mes de celebración de la riqueza subversiva por lo propio, por lo nuestro, por el derecho a ser, por la capacidad de decisión, por la diversidad y la disidencia sexual y de género que rompe mapas y siembra el territorio de color y coraje político. ¡Qué la libertad te acompañe!

¿Lo oyes? El canto nos sigue resonando: ¡A quién le importa, lo que yo haga!Libertad Con/Sentido por el respeto, la igualdad, el disfrute y la diversidad. 

#Hazlo Con/Sentido.

¡QUE SEA RICO!