Cuando las rimas ocultan los ritmos. 

Este artículo se desarrolla dentro del Programa Con/Sentido. Ocio Responsable con Justicia de Género, que aborda la intersección entre el ocio festivo, el consumo responsable de sustancias y las experiencias de encuentros eróticos comprometidas con la vivencia de las sexualidades libres de violencia sexual.                    

#hazlo con/sentido.

Noviembre, 2021. Irene Rodríguez Martín.

Este mes es el 25N, el Día Internacional contra la Violencia de Género y desde el Programa Con/Sentido hacemos una parada para hacer hincapié en el ahora. Ahora, es el tiempo de extinción de esta barbarie silenciosa (o silenciada) que sigue azotando nuestro cotidiano. Nos dedicamos a la promoción de un ocio responsable con justicia de género y una de nuestras características sine qua non es formular en positivo. Es decir, promover tanto lo que no como lo que sí. Dar esas alternativas, a través de la reflexión crítica, que nos permitan que una vez teniendo claro los “así no” (lo urgente) podamos construir conjuntamente los “así sí” (lo importante). 

Como hemos comentado en otros textos, lo que no se nombra no existe y, cuando hablamos de violencia(s) de género, ya está claro que nos adentramos en un análisis riguroso y complejo de un entramado sistémico y estructural que va más allá del ámbito de la pareja (o expareja) heterosexual. Que se nombre la violencia sexista en plural, acercándonos lo más posible (el análisis está vivo y en continua indagación experiencial) a la diversidad de realidades golpeadas con saña por el machismo y la desigualdad de género, nos permite ir introduciendo en el imaginario colectivo vivencias de obligatorio reconocimiento, que visibilizan múltiples discriminaciones interseccionadas con la identidad de género, el origen, la orientación sexual, la raza, la diversidad funcional, la expresión de género o la edad y lo determinante que resultan los contextos en el análisis relacional. La guía que nos permite desarrollar este camino vislumbrando los “así no” es nombrar, nombrar y reconocer. ¡Ojo! que nombrar no significa llamarlo a todo igual, sino justamente enriquecer ampliando la mirada y así poder atender adecuadamente. 

Desde el Con/Sentido, nos centramos en los contextos de ocio festivo, el consumo responsable y la prevención de la(s) violencia(s) sexual(es) promocionando las interrelaciones personales desde la igualdad, el respeto, la diversidad, el disfrute y la libertad (nos parece tan relevante que no nos cansamos de repetirlo). Lo que nos lleva a abordar los mitos como un ejercicio crucial en la desarticulación del imaginario colectivo. Los mitos entendidos como esos mecanismos de justificación y normalización que se infiltran en nuestro pensar y hacer cotidiano, generando creencias, actitudes o comportamientos que favorecen el sostén de dicha estructura desigual fundada en el género y sus mandatos. 

Son muchas y por su utilidad seguirán siendo, las veces que al hacer prevención de la violencia(s) de género desde el abordaje de los “así no” se descifran los mitos del amor romántico. En nuestro caso, además, conjugamos con los mitos de los encuentros eróticos y el consumo de sustancias en los contextos que nos ocupan. Y aquí se abre otro frente, añadido al análisis relacional con los contextos, que son los vínculos, es decir, cómo y desde nos vinculamos. 

Nuevamente, nos encontramos con una idea, a veces mitificada, sobre cómo se deben desarrollar los vínculos: sean para un rato, para una relación, para encarnar el amor, para vivenciar placeres eróticos compartidos o para todas sus posibilidades a la vez. Nos adentramos a clarificar, también, la dimensión emocional interrelacionada en el análisis de las desigualdades. ¿Cómo hemos entendido las relaciones (amorosas, afectuosas, sexuales) hasta ahora? Y ¿qué relación puede tener este entendimiento (concepción de cómo vincularnos) en la perpetuación de las desigualdades y/o violencia(s)? 

Una forma clásica de transmisión de los mitos son las fábulas, leyendas, novelas, relatos, ficciones y también los cuentos ¡sí los de hadas! que van instaurando estereotipos y expectativas preconcebidas a modo de asentar conceptos definitorios sobre lo que nos cuentan. Aunque parece evidente, la parte ficticia y fantasiosa no dejan de ensamblar un imaginario, que nos envía mensajes ambiguos tipo: “puede ser real ¿por qué no?”, manifestándose un aroma a magia soñada, romántica, que impregna cómo concebir nuestras relaciones y vínculos atendiendo a esas “metas” ilusorias y que, casi desapercibidamente, van definiendo, dibujando una forma única y válida de entender el amor, los encuentros, las relaciones o incluso nuestras sexualidades. Aparecen otra vez los mandatos y normas desiguales, aunque en esta ocasión disfrazados con alas y polvos mágicos que, además, absorbemos a edades muy tempranas.

Fábulas que al son de las rimas, cantares y romances, así como a través de las moralejas, van consolidando el imaginario colectivo compartido cargado de símbolos, costumbres, patrones que representan una realidad, generalmente abstracta, evocando una identidad (una idea y no otra). Es decir, relatos que de alguna manera establecen una relación de correspondencia entre la narración simbólica y el concepto real, y que nos pueden ofrecer una percepción engañosa, confusa o limitada según las interpretemos. ¡Claro! aquí es evidente que entran las subjetividades y cómo cada quien realiza sus interpretaciones sacando provecho de los cuentos y su simbología. Por eso, hablamos del imaginario colectivo, aunque sabemos que parte de lo individual, como su nombre indica es “colectivo” compartiendo un significado específico y común para todas las personas que forman parte de una sociedad, comunidad o cultura. 

Que los cuentos de hadas, entre otros, nos muestran simbólicamente una comprensión del amor, las relaciones, los encuentros o las sexualidades ¡lo sabemos! Aún así, ¿nos damos el tiempo y el espacio para reflexionar de forma crítica como impactan en nuestras concepciones propias y compartidas? Hoy, aunque no es la primera vez que se debate sobre él, nos adentramos en el mito de la perdiz, ¡Sí! ¿lo puedes reconocer? Su rima nos dice: “y fueron felices y comieron perdices” ¡Fin! A veces, incluso aparece un “para siempre”

La experiencia me enseña que, aunque ya hayamos andado en varias ocasiones el camino de descifrar los mitos, o en particular el que reflexionamos en este texto, cada vez que ponemos atención crítica interrelacionada con los contextos, las emociones o situaciones que estemos viviendo en ese momento nos trae de regalo nuevas comprensiones, percepciones o descubrimientos en un sentido interno más profundo. Ese “darse cuenta” que nos permite explorar, más allá de lo que nos cuenten con o sin rima, qué huellas dejan en nuestros asuntos vinculares. 

¿Te animas a observar conjuntamente esas huellas? Si nos fijamos en la frase: “fueron felices y comieron perdices”, nos coloca en un antes, en un durante y en un después. ¿Antes? ¿Antes de qué? Pues, parece que antes de ser felices, de comer perdices o de casarse (si extendemos la frase mítica). ¿Qué pasó antes? El cuento completo. Todo el cuento suele centrarse en ese antes, en ese “deber” de buscar a ese alguien (solo hay una persona) con quien “comer perdices”. Cada cuento nos da diferentes versiones de cómo llegar a ese encuentro; desde robar un beso a una durmiente, a salvar (o esperar a que te salven) de tu encierro, conjuro, hechizo o encantamiento (por no hablar de envenenamientos o entregar tu voz) a competir en batallas, enfrentamientos, conflictos o dar codazos para ser “el elegido”, “la idónea”, en definitiva, “encontrar a la media naranja”, perfecta y única, que nos va a completar ese cuento de que somos seres inacabados, (sí, no he podido resistirme a seguir nombrado más mitos interrelacionados). Así que, sin profundizar más (aunque reconozco que me quedo con las ganas), la primera idea que rescato es que toda la energía, todo el relato, toda la fuerza de la historia está centrada exclusivamente en encontrar a esa persona, en ese antes. Por lo que cuando lleguemos al durante y nos pongamos a comer perdices más nos vale haber “acertado”, porque tal vez las ganas de llegar a ese fin mágico y soñado, no nos den permiso de vivir libremente esos antes las veces que consideremos. ¡Atención! Que lo acabamos de nombrar el durante es el fin, según el cuento claro. Tierra prometida; “¡fueron felices!”. ¡Ya somos felices! ¡Ya soy feliz! Todo lo que ha pasado por el camino, si he (hemos) sido feliz o no (antes) parece que no importa tanto si llegamos a nuestro fin, contado. Así que, ahora, el durante no tiene dudas ni mucho recorrido, se trata de ser feliz. Ahora bien ¿qué es ser feliz? ¿Cómo somos felices? ¿Cuándo? ¿Dónde? Los sin/sentido se van vislumbrando, y vemos que, el durante de fin tiene poco o nada. 

Aquí se abre el después, donde realmente empieza la historia, la conjunta y la propia dentro de nuestro compartir. Cuando aceptamos que encontrarnos, es atemporal (no sabemos por cuánto tiempo o rato), que supone (re)conocerme(nos) en modo continuo, reajustar(nos) creativamente qué entendemos por compartir, vincularnos, relacionarnos o disfrutar(nos), aceptamos que las rimas dejan paso a los ritmos (los propios y los ajenos). Que ese antes, durante y después es Con/Sentido cuando la igualdad, el respeto, la diversidad y la libertad están presentes en ese ahora (continuo).  

¿Resuena este mito en tu imaginario? Quizás de una forma velada como ¿una meta a alcanzar? ¿un deseo soñado o frustrado? O ¿puede de alguna manera haber trazado una idea de felicidad? ¿de amor? ¿de encuentro? Desentrañar este mito ¿tiene algo que ver con lo que aborda el Programa Con/Sentido? Y, ¿con las estrategias para erradicar la violencia(s) de género? ¿Tú qué opinas? Parece que en esto de acabar con la desigualdad de género y la(s) violencia(s) machista(s) el cuento sigue. ¿Dónde? Aquí. ¿Cuándo? Ahora. ¿Cómo? Cuestionando, desarticulando la estructura. Y colorín colorado, que este cuento sea continuado, que las rimas sean libres y los ritmos Con/Sentido. 

¡QUE SEA RICO!