(Teresa Meana y George Steiner)

En el Programa Con/Sentido. Ocio Responsable con Justicia de Género trabajamos para la transformación de los contextos de ocio festivo y para ello estamos nombrando y sacando a la luz algunos conceptos que creemos que llevan demasiados años siendo salpicados por miedos y prejuicios y que han construido ese mundo de las drogas al que parece que no se puede nombrar y, en el que, a su vez, se nos complica trabajar de forma preventiva por la ausencia de objetividad que le acompaña.

Alicia Bustos Vargas

Yo, tú, vosotras y ellos sabemos que existen, sabemos dónde se mueven y quiénes las utilizan, pero no queremos nombrarlo. La historia nos muestra que, por no nombrarlas, han dejado de existir como lo que son: alteradoras del funcionamiento del sistema nervioso central. A su alrededor, y por no nombrarlas, hemos construido una realidad camuflada, oculta e hipócrita porque existir, existen, y muchas de ellas antes que nosotres en esta tierra. Existen en nuestros pensamientos y en nuestras realidades, pero evitamos nombrarlas, nos inventamos eufemismos, palabras infantilizadas y estigmatizantes para hablar de ellas y de las personas que las consumen.

Sobre algunas de ellas hablamos tranquilamente, sin reparo, sin vergüenza y restándole la importancia que tiene la conducta: el sábado pasado se pilló una buena tranca.

Sobre otras no hablamos, las ocultamos y son atravesadas por la vergüenza, sin ser transparentes con la conducta: ¿te vienes al baño a…?

Cuando nombramos construimos realidades, o, al menos, visibilizamos su existencia para poder trabajar en base a ella, porque de otra forma, sin nombrarlas y sin hacerlas tangibles, trabajamos en base a su supuesta existencia, cargada de falsas ideas, miedos e inseguridades que más que proteger a nadie, nos exponen a la fantasía de los mitos y las leyendas, cuyas raíces son muy difíciles de sacar de nuestras creencias, vivencias y prejuicios.

Hablar de forma objetiva y nombrar es importante para organizar nuestros pensamientos y construir realidades que no tienen por qué ser iguales, pero deben respetar las diferencias y aceptarlas sin miedos, ya que los miedos nos paralizan y no nos permiten dar paso a la acción, ni a ser personas activas en la toma de decisiones relacionada con el consumo.

¿Ya sabéis de qué estoy hablando en este texto sin nombrarlas?

Porque según cómo las nombremos generan emociones diferentes en nosotres y, a su vez, prejuicios asociados:

¿Qué piensas cuando lees drogas?

A la mayoría de las personas se les irá el pensamiento hacia las personas que consumieron heroína en los años ochenta o hacia aquellas drogas que no están legalizadas, como la cocaína y el éxtasis.

¿Qué piensas cuando lees sustancias?

Probablemente empezarán a aparecer otros fármacos o, al menos, dudas sobre cuáles deben entrar en esa etiqueta.

Todo el mundo sabe que, si hablas de drogas, como por ejemplo de la cocaína, una raya aparecerá frente a ti para meterse directamente en tu nariz, ¿o no? No he terminado anteriormente aquella oración por si aparecía frente a mí…voy a intentarlo y a ver qué pasa ¿te vienes al baño a hacerte una raya de cocaína?

¡Uy!, aquí no ha aparecido nada, ni polvo blanco en mi nariz, ni el gusano que años atrás aparecía en una campaña preventiva…

Ahora acabo de darme cuenta de que eso que había pensado toda mi vida, de que nombrar y hablar de sustancias haría que las fuese a consumir, no es real, que puedo nombrar a la cocaína sin que aparezca frente a mí. ¿De cuántas otras realidades a medias en relación a la información sobre drogas me daré cuenta a lo largo de la vida?

Cuando hablamos sobre drogas de forma científica, objetiva, sin moralismos ni paternalismos conseguimos relajar ciertos miedos y ansiedades que hemos construido a su alrededor y, a su vez, conseguimos obtener información y ajustar la percepción del riesgo, que la tenemos, de forma general, amplificada.

Poco a poco, sin prisa, pero sin pausa, seguimos avanzando en el proceso de transformación social por el que estamos trabajando. Sabemos que los cambios son lentos, que no a todes les gustan por igual, que son mejor o peor bienvenidos, pero nunca, nunca son superficiales, sino que atraviesan nuestras pieles y se adentran en nuestro interior removiendo todo lo que encuentran en su camino con la intención de construir nuevos significados más ajustados a las realidades y sobre todo menos prejuiciosos y más respetuosos hacia las libertades y las decisiones que tomamos las personas.

¿Y cómo lo hacemos?

Una poderosa herramienta con la que contamos para hacerlo es el lenguaje, por eso llevo un rato diciendo que lo que no se nombra, no existe, como las personas que nos salimos de las normas sociales del heteropatriarcado, los mandatos y los roles de género. Por no nombrarnos, no existimos y si aceptamos que el lenguaje no solo es lingüística, sino que también es política y que nos puede ayudar a alcanzar bienestar y salud, utilicémoslo para visibilizar la existencia de lo no nombrado.

Desde aquí y en relación al día reivindicativo que tenemos en este mes de junio, os he preparado una sopa de letras, donde nombro varios silencios que cada vez son más visibles y menos penalizados. Aunque, si rizamos un poco más el rizo, podríamos pararnos a observar cuando son nombrados ¿para qué les nombramos?

Anfetamina, Asexuales, Bisexuales, Cannabis, Cocaina, Extasis, Gays, Homosexuales, Intersexuales, LSD, Lesbianas, Marihuana, Metanfetamina, Queer, Setas, Trans

Finalizo la sopa de letras anterior haciendo referencia a la idea que expuso mi compañera Gara en un texto anterior: 

Desde el programa Con/Sentido buscamos visibilizar todas estas violencias porque solo a través de nombrarlas y destruyendo los prejuicios podremos llegar a combatirlas y posteriormente, ocupar cualquier espacio de ocio sin miedo a sufrir agresiones machistas y sexistas.