La emancipación del hábito. Un cuestionamiento convertido en hábito.
Este artículo se desarrolla dentro del Programa Con/Sentido. Ocio Responsable con Justicia de Género, que aborda la intersección entre el ocio festivo, el consumo responsable de sustancias y las experiencias de encuentros eróticos comprometidas con la vivencia de las sexualidades libres de violencia sexual.

HAZLO CON/SENTIDO

Septiembre, 2021. Irene Rodríguez.

Lees SOLA y… ¿qué ha pasado? ¿he captado tu atención? Se trata de observar qué te ha ocurrido, si te ha venido alguna vivencia concreta, película, novela, frase, curiosidad o tal vez no te ha movido un músculo. ¿A qué nos suena sola? ¿Cómo, cuándo o para qué solemos utilizar esta palabra?

Hoy la propuesta es hacer un ejercicio conjunto ante la palabra sola, adentrarnos, observando nuestras resistencias, en el imaginario del mundo que se genera alrededor de “sola”. ¿Qué es lo primero que te viene cuando escuchas sola? ¿te pasa lo mismo si escuchas solo? Es posible que dependa de muchas otras variables que se interseccionan y, para un ejercicio así no podamos abordarla de forma aislada, sin los contextos que se entretejen a su alrededor.

Sola, sola, sooola, solaaa…

Invito a que la reflexión no se simplifique intentando no caer en mitos y estereotipos, a no ser que sea para identificarlos y poder transformarlos. ¿Por qué sola? sería la pregunta inicial. Cuando desde el Programa Con/Sentido realizamos las formaciones, las salidas de las Marchas Con/Sentido o el trabajo de divulgación y sensibilización, observamos que se repite el “concepto de sola” como algo ya instaurado que no siempre juega en favor de las mujeres, ya que es a quienes por norma se les suele adjudicar tan bonito palabro: sola. A veces, según la situación y contexto en que la utilicemos suena más a palabro moralista y victimizador que a palabra en sí misma; ¿estabas sola?, ¿qué hacías ahí sola?, ¿fuiste sola?, ¿te quedaste sola?

Sola, sola, sooola, solaaa…

Cuando la observo me resulta una palabra con mucha fuerza, densidad, que genera impacto, casi no necesita ni exclamación ni interrogación; en sí misma tiene su propia personalidad, su propio eco, el sonido de muchas voces: ¡Sola! ¿Sola? Sola. Y, aunque su definición sea clara y llana, “estar sin compañía”, parece que de forma simbólica se convierte en una palabra polisémica que genera multitud de significados y mensajes que pueden resultar cuanto menos, contradictorios. Sola representa de forma convencional algo más que no estar en compañía y aquí, es donde aparece el hábito, el acuerdo implícito o tradicional que cuestiona, que se ajusta de una forma ambigua y con sesgo de género. Porque, aunque la transformación se atisba más cerca, en un horizonte presente cargado de nuevas formas de reclamar y ejercer nuestras libertades, salir de fiesta solo o sola sigue marcando un desequilibrio y así lo recibimos desde la experiencia de las Marchas Con/Sentido.

Sola, sola, sooola, solaaa…

El tema más recurrente, que sale en casi todas las marchas, es: “volver a casa sola”, comentó una de las compañeras del Programa, cuando realizábamos el análisis y reflexión conjunta del trabajo que se desarrolla, dando a conocer el Programa Con/Sentido en contacto directo con la población que está de ocio festivo (Marchas Con/Sentido). Este hecho nos pone de frente con una realidad que resulta necesario abordar en este camino de transformación sociocultural que tenemos entre manos. Y, para ello, el prisma de perspectivas varias son imprescindibles, así que abrimos el “concepto de sola” y qué puede entramar en nuestras vivencias y construcción colectiva. ¿Cómo se construye el discurso cuando se relaciona fiesta y sola? ¿Consumo y sola? y si combinamos ¿sola y noche? Parece que las asociaciones se multiplican, según vamos desgranando dicho concepto y sus usos, traspasando incluso los contextos de ocio festivo (en los que nos centramos en este texto), se hace evidente que su eco se instaura estructuralmente en un sistema de desigualdad. Pareciera que la combinación con sola augura algo que puede pasar, “¿te vas sola?” o justifica algo que pasó, “estaba sola”.

Sola, sola, sooola, solaaa….

Que este sea un tema recurrente, cuando se está promocionando el ocio responsable con justicia de género, ya nos coloca en un escenario específico del que partir la observación; ¿surge a raíz de que cuando interpelamos lo buscamos? ¿Ponemos demasiado acento en un clásico del terror sexual? ¿tal vez así es más fácil o rápido que encontremos una identificación o reconocimiento de lo que se busca transformar? ¿Es una vivencia tan instaurada la que se mueve alrededor de esta frase (“volver a casa sola”) que la correlación con la prevención de violencias sexuales o el consumo responsable es inmediata? ¿Todas las personas conectan con esta frase? ¿Entra en juego el género, la procedencia, la zona de ocio o la edad? ¿Y el consumo? ¿Comentar esta frase forma parte de la cultura de la fiesta? De “volver a casa sola”, rescato y dirijo mi atención a sola, ya que considero que atrapa en sí misma un hábito (cuestionamiento) del que llevamos tiempo en plena emancipación, tanto en lo individual como en lo colectivo.

Sola, sola, sooola, solaaa…

Un hábito, que además de práctica o costumbre, me sugiere una vestimenta simbólica, un corsé que constriñe, la instauración de un adjetivo como categorización diversa y variante que, en contextos de ocio festivo en particular, se torna compleja, a veces culpabilizadora y otras, liberadora. Un hábito que se llama sola, y que hace diferente a quién se dirige o a la situación que es categorizada; correr sola, viajar sola, vivir sola, beber sola, salir sola, estar sola, sola en la barra de un bar, sola a las 3 de la madrugada, sola con desconocidos, sola vestida así, sola en carnavales, sola borracha, sola para su casa, sola perreando, sola al baño, sola ligando, sola al concierto. Y, así se va construyendo el rito solemne de la imposición del hábito como marca diferenciadora, que detrás de las voces que lo perpetúan se sostiene como una lápida que condena o atemoriza, provocando vulnerabilidad (“iba sola”) o se iza a modo de bandera de la independencia casi como una exigencia (“yo puedo sola”), sin dejar muchas opciones para el respeto a la autonomía y la autogestión.

Sola, sola, sooola, solaaa

Es tal el eco que cuando se formula en plural sigue sonando a un singular cuestionante y desprotegido, “¿qué hacen ahí tan solas?” se oye desde un coche; “viajaban solas” se leía en los

titulares sobre el asesinato de dos mujeres mochileras en el año 2016; “¿a dónde van tan solas?” nos preguntó el revisor de nuestros cinco billetes cuando subíamos al barco en el coche. ¿Solas? si somos cinco respondimos, entre indignación, rabia y uso del sentido común, sintiendo el peso de ese plural singularizado que escondía una lógica de género que solo atribuye a la masculina el reconocimiento de compañía visible y respetada y, como no, protectora. Un singular-plural que ofrece una visión infantilizada y vulnerabilizada de quien se le asigna y de sus movimientos.

Sola, sola, sooola…

“Volver a casa libre, sin miedo. Es un derecho” anuncia uno de los lemas del Programa Con/Sentido, una muestra más del movimiento de emancipación del hábito que utiliza sola como mensaje que reprende a aquellas (personas) que trasgreden la norma y se enfrentan al peligro del terror sexual desde el derecho y la libertad, desde la formulación en positivo de la ocupación de los espacios, el desarrollo de los movimientos libres de violencias y la ruptura del sistema estructural que acoge dicho mensaje. Una emancipación que no puede ignorar la ambigüedad que se transmite cuando se formula en modo reprimenda (de la que liberarse) y en modo aliciente (libre para hacerlo sola) como si se pudiera conseguir sin una transformación social y colectiva. Y, por tanto, en cada situación tener que sopesar desde la responsabilidad individual entre libertad y riesgo dando un empuje a la denuncia del hábito y el abandono de su uso y abuso.

Sola, sola…

El eco se va ensordeciendo según vamos tomando conciencia y colocando a “sola” en su lugar, ni más ni menos, cuando observamos que ese “sola” convertido en hábito que cuestiona nuestros movimientos y decisiones, es ajeno, aunque se haya impregnado tanto que parezca propio, y que, en ocasiones, nos encontremos repitiendo o aceptando frases estereotipadas y perpetuadoras de mitos que solo nos llevan a justificaciones sin sentido. Sola sin más adjetivos, ni penas o condenas, sin más adornos o empoderamientos, respetando y tomando en serio la autonomía y la libertad de sola.

Sola…

Que volver acompañada sea una elección, una decisión Con/Sentido y no una precaución o necesidad.

¡QUE SEA RICO!